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Edison Parra, siempre en viaje de ida y vuelta.

May 17, 2012

Este texto fue un trabajo colaborativo realizado junto a Loana Hernández para la FIAAM-2011. En esa edición de la Feria el artista homenajeado fue Edison Parra, fue fascinante acercarse otra vez a su trabajo y pensar en equipo.

Edison Parra, siempre en viaje de ida y vuelta.

Una entrada de Google dice que Edison Parra fue entrevistado para Panorama en julio de 1979, por José Enrique Finol, el único dato que aporta el servidor es que la entrevista se tituló “Sin goce no puede haber arte”. Visitar el taller de Edison hoy, treinta y dos años después de la nota, es descubrir que sigue entregado plenamente a ese goce de hacer arte y que desde allí desarrolla investigaciones plásticas profundas, enraizadas en una amplio conocimiento de la tradición artística, pero permeadas además por un vínculo muy estrecho con lo inmediato, con lo local.

Su trayectoria inicia con una formación de corte académico, primero en la Escuela Neptalí Rincón, en Maracaibo, y luego en la Cristóbal Rojas, en Caracas, entre 1960 y 1966. Como muchos artistas de su generación, marcha a París a finales de los sesenta, allí adscribe su trabajo a la corriente geométrica. En esa época le preocupa el problema de la refracción de la luz y desarrolla estructuras geométricas a partir de triángulos vistos de perfil, con madera y otros materiales. Pero la geometría pura termina produciéndole una suerte de vacío, de necesidad matérica que lo impulsa a desarrollar obras contaminadas de texturas, obras en las que la cualidad táctil se impone sobre la pura visualidad. Y es allí, en ese voluptuoso mundo de lo táctil, donde Edison Parra desarrolla su lenguaje propio y conecta con el goce que le es indispensable.

Incorporar la materia densa en su obra es una forma de autorreconocimiento que lo conecta con lo propio, primero de forma indirecta en las series de Signos de Conexiones Ancestrales y luego mucho más explícitamente en sus trabajos de Paisajes Verticales y Paisajes de la Memoria. Ha sido un camino de ida y vuelta, un viaje de búsqueda que devino en viaje de retorno. Los grandes descubrimientos de Edison están en la Guajira, en el paisaje local, en el nexo con los artesanos, pero para encontrarlos primero fue necesario poner un mar y muchos otros encuentros de por medio.

Edison Parra es un maestro que sólo aspira enseñar una lección. La lección de sencillez. Más de cuarenta años de trayectoria lo demuestran y lo validan. Su insistencia en desarrollar series se ancla en la necesidad de llevar cada idea hasta sus últimas consecuencias. Una sola idea puede tener repercusiones infinitas y esta es la sencillez que referimos, aquella capaz de abrir ventanas hacia reflexiones profundas. Un signo o el perfil de un paisaje, son ideas básicas, son puntos de fuga que le permiten el despliegue de reflexiones muy profundas sobre el hecho pictórico, la vinculación con un territorio o las derivas que genera la memoria.

En el caso de Signos de Conexiones Ancestrales, Alexis Blanco nos comenta en su texto Signos Ancestrales que: “El laborioso artista inventó un código específico para proponer una escritura plástica cuyo misterio y asombro redondeó a partir de su denominación de “signos ancestrales”. Se trataba de una secuencia de dibujos representativos de antiquísimas escrituras, tramados en la obra como un ejercicio inteligente. Indagaba el creador en torno a las raíces de las etnias que poblaron inicialmente nuestro territorio.” Esta investigación casi antropológica encuentra expresión plástica en diversos medios, pero la serie más amplia es la de los papeles en la que Edison Parra se vale de sellos de madera para superponer capas de colores en grandes papeles hechos a mano, superficies espesas y accidentadas llenas de texturas que potencian la sensación telúrica de estos signos.

Esta sensación de nexo con la tierra se vuelve directa en la serie Paisajes Verticales, en la que el artista se apropia de un elemento abstraído del paisaje de la Guajira y lo convierte en tema. El elemento: el poste informal que sostiene el tendido eléctrico. El tema: un elemento geométrico de carácter vertical. La imagen sintetizada tiene un referente directo en la realidad, pero las múltiples operaciones formales la desnudan de toda posibilidad representativa para dotarla de carácter de signo. La anécdota, el encuentro con el paisaje son primordiales para la producción de la obra, pero se diluyen en expresión última del trabajo. Aquí de nuevo nos encontramos con el goce del hacer, con el disfrute desplegado en los modos de hacer: encáustica, pintura, dibujo, tapiz, volúmenes blandos y volúmenes de base textil intervenidos con pintura. El trabajo comienza mirando los postes que bordean la carretera hacia Sinamaica y concluye cuando la referencialidad es resignificada por la materia.

En sus trabajos siguientes Edison Parra continúa jugando con esta idea de apropiarse del paisaje a través de la geometría y la materia. Los Paisajes de la Memoria son otra vez resultado del recorrido real por los caminos que van de Maracaibo a la península de la Guajira, son ediciones de la realidad. Si bien aparecen más cercanas a la idea clásica de paisaje, porque marcan un horizonte y un orden compositivo en el que pueden establecerse relaciones espaciales como arriba-abajo y adelante-atrás, los objetos representados no pasan de ser cubos irregulares y manchas de color. Al usar como soporte piezas de madera provenientes de embalajes de mercancía importada Edison establece intersecciones entre espacios y tiempos que confluyen en las relaciones de intercambio mercantil. Hay una sutil ironía en representar una imagen del paisaje local en un soporte que nos recuerda que nuestra cotidianidad se sostiene sobre objetos importados. Pero además recuperar un soporte, apropiárselo, es una estrategia común al arte contemporáneo y la construcción de viviendas informales. Una vez más la materia densa complejiza los sentidos en el trabajo de este artista zuliano.

Los paisajes más recientes son dibujos muy esquemáticos en los que se reiteran los potes, los volúmenes que representan viviendas, las líneas de horizonte y la necesidad de reseñar la realidad al mismo tiempo que se vela su representación. Los modos de velarla son similares a los desarrollados en Paisajes Verticales y Paisajes de la Memoria, Edison se vale de la síntesis de las formas y de la densidad de la materia, pero ahora agrega una veladura literal, una capa lechosa de pintura que filtra los objetos. El resultado es un efecto fantasmal. El paisaje está pero fue borroneado, nos interpela y huye de de nuestras preguntas. El paisaje ahora es invadido por la luz. Pero no aquella que se reflejaba en los ejercicios constructivos sino una luz que pesa tanto como la tierra sobre la que se posa inclemente. Quizás pueda ilustrar con una historia robada a un amigo. Alguien le preguntó a una  wayuu si en la Guajira hay bosques (porque según el diccionario bosque es toda acumulación de vegetación, no importa esta si es xerófila) y la interrogada respondió con una mezcla de énfasis y sorpresa: “Noooo, que bosques va’ber, si allá la gente está lejísimo y uno todavía la ve”.  La única interferencia entre la visibilidad de lo cercano y lo lejano es la luz, una luz tan fuerte que en lugar de mostrar esconde. Una luz que Edison también vuelve materia y expresión de ese disfrute que llama arte.

Susana Quintero Borowiak y Loana Hernández.

Texto publicado en el catálogo de la VIII Feria de  Arte y Antigüedades de Maracaibo, FIAAM.   Centro de Arte de  Maracaibo Lía Bermúdez. Noviembre 2011.

Edison  Parra. Ranchos (detalle).  Obra de la década de los 60.

Edison Parra. Paisajes de la memoria. 2011. Técnica mixta sobre madera.

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